El placer de rechazar clientes

Hoy quiero hablaros de un tema del que no se suele hablar mucho, el Asperger y el dinero. Como ya sabrán muchos de mis lectores, yo soy autónomo. Me di de alta como empresario bajo el nombre de Aspie Social Media y me dedico a mi negocio que no es otro que el de crear y mantener el universo online de las empresas que precisan de mis servicios. Creo sus páginas web, sus redes sociales, las alimento en base a un plan de desarrollo y una estrategia muy bien pensados, claculados y muy mimados, los promociono y me preocupo día a día de su crecimiento. Para quien tenga más curiosidad, esta es la web de mi negocio: https://aspiesocialmedia.com/

Pero vamos al objeto de este artículo. Las personas con Síndrome de Asperger tenemos una concepción diferente del dinero. no es mejor ni peor… Es simplemente diferente. Siempre he visto a mi alrededor a la gente perder amistades, familiares y perder la cabeza por el dinero. Yo siempre he sido un «manos rotas». Dinero que entra, dinero que sale. A veces en cosas necesarias como alquiler, comida, seguro del coche, facturas y otras en cosas innecesarias pero que me hacen feliz como muñecos de Star Wars, video consolas, guitarras o cualquier chorrada que pueda ver en Ebay un Sábado a las 3 de la madrugada. Otras veces lo he prestado y nunca me ha sido devuelto. Otras veces lo he regalado porque he considerado que a esa persona le hacia realmente falta. He llegado a regalar 3.000 euros a una persona que una semana después de recibir el dinero desapareció de mi vida sin dejar rastro. Nunca he tenido ese sentido de alerta o ese celo que la gente le tiene a su dinero.

Y eso es algo que repercute hoy día directamente en mi trabajo. Tengo amigos que también tienen negocios y que viven aguantando faltas de respeto y terribles presiones por parte de sus clientes y siguen tragándose toda esa mierda para no perder un cliente, para no perder el dinero de esas facturas que encima pagan tarde… Yo no me hice empresario para eso.

Yo he pasado muchos años de mi vida trabajando en empresas que dejaban mucho que desear, aguantando a clientes insolentes y estúpidos, jefes con el coeficiente intelectual de una almendra y compañeros de trabajo que acudían a su puesto para volcar sus frustraciones y vomitar todo lo que no tenían valor de decir en sus casas. Si yo me di de alta como empresario fue para dejar esa vida para siempre en el olvido. Por lo tanto, si un cliente me contacta y se cree con derecho a cuestionar mis precios, mis horas de trabajo, la calidad del mismo o intenta meterme presión para que haga las cosas a su manera, no dudo ni un segundo en darle las gracias por su tiempo y rechazar su propuesta.

He visto que es algo para lo que los empresarios no están preparados. Piensan que yo, como pequeña empresa, voy a tragar con sus exigencias y cuando les dices «No gracias. NO me interesa trabajar con vosotros», se quedan sin palabras. Pues es lo que hay, amigo. Si tú vienes a mi casa a buscarme y quieres trabajar conmigo, será bajo mis condiciones. Me hice autónomo para que nadie vuelva a decirme lo que tengo que hacer y no me importa ganar menos dinero. Prefiero ganar menos y trabajar a gusto y con personas que me valoran como profesional y a día de hoy, puedo decir que perder esos clientes insolentes no sólo no me ha perjudicado como empresa, si no que me da la tranquilidad necesaria para ser feliz en mi trabajo.

 

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